domingo, 30 de diciembre de 2007

III La Estancia y el Fuerte

A la mañana, tras un ligero desayuno campestre, compuesto por un guiso de arroz con higado y carne seca bien salada y leche de vaca, de esa vaca del jardin en concreto, salimos en direccion a la estancia, destino final de este viaje, y alojamiento para los proximos cinco meses.

Es una casita de ladrillo con techo de chapa, compuesta por tres piezas: una sala en el medio, y un dormitorio a cada lado, cada uno con su baño, todos con puerta hacia la galeria del frente. Huele a carne cruda, y es que estan descongelando el congelador, que debe de tener unos 30 kilos dentro, para que lo podamos utilizar. La primera impresión es un poco deprimente, la casa es oscura, parece algo abandonada, pero afortunadamente el efecto es solo momentaneo, y en un rato parece mucho mas acogedora. La atiende una familia de brasileros, una pareja con dos niñas, y ninguno de ellos habla nada de español. El capataz, paraguayo, habla principalmente guarani, y cuando intenta el español, le sale mezclado con portugues, ya que no diferencia mucho los dos idiomas. Pienso que es un bueno lugar para aprender idiomas, al menos si uno no va a ser muy purista con las mezclas.

Ya pensaba estar muy poco sensibilizado a las novedades en Paraguay, pero es agradable descubrir que uno puede seguir sorprendiendose. Para ir desde la casa al comedor, que esta en la casa de los empleados, se bordea un pequeño estanque con patos, de modo que cuando vamos a almorzar, nos encontramos un yakare asomando la cabeza en el estanque. Cosas de vivir en una estancia, un caiman en el jardin.

Por fin llega el momento, la subida al fuerte, ese lugar del que llevo escuchando hablar desde hace un año, y que ha condicionado todas mis actividades a la espera de que se iniciase el jodido proyecto. Por esas ruinas abandonadas, por esa reconstruccion, llevo un año sin saber que voy a hacer el mes siguiente, siempre disponible a viajar en cualquier momento, alentado por fotos, planos, documentos historicos que lo describen etc...

No me decepcionó. Ni mucho menos. Es mas, el hecho de estar de nuevo cubierto de vegetacion, el camino enrevesado y tupido para la subida, los pabellones de piedra llenos de plantas que se asoman por el hueco del techo, y autenticos arboles saliendo de las murallas, no es nada comparado con el paisaje que rodea al Fuerte.

Probablemente para subir el precio de los trabajos de desmalezado, el maestro del pueblo, transformado en contratista y organizador de los personales locales, me cuenta que aquello es un verdadero nido de serpientes cascabel, que se refugian todas en el fuerte para esconderse entre las piedras. No seria de extrañar, de hecho durante la subida se ha cruzado en el camino un enorme teju-guazu, un lagarto con el cuerpo del tamaño de un cocker.
Estamos solo un rato, la primera impresión es que hay que cancelar la venida de albañiles y materiales, prevista para mañana, para dar tiempo a desmalezar el lugar, y habilitarlo para el trabajo.

De nuevo en la estancia, un corte de electricidad nos impide utilizar el telefono, ya que al no haber lineas comunes, se conecta con la red telefonica que esta a unos 80 km de alli, mediante un sistema de radio que necesita de un amplificador. Es urgente contactar con Concepcion para anular el viaje, y asi lo entiende el capataz, que tranquilamente se va al campo a caballo, trae un tractor, y en un momento, sacandole la bateria y conectandola al amplificador, volvemos a tener linea en el telefono. No hay señal para llamar, pero si se puede recibir, asi que en cuanto el dueño de la estancia llama, le explico la situacion, y ya el promete hacerse cargo de avisar a mi empresa.

Otra consecuencia de nuestro alejamiento, es que la señal de la television paraguaya no alcanza, solamente la brasilera tiene potencia suficiente, y de nuevo, hay un aparato que sirve para amplificar la señal, pero en la ultima tormenta, un rayo cayo en la torre de la antena, y fundio el fusible. En San Carlos hay cuartel, hay cerveza, hay escuela, pero no ferreteria, asi que nos vemos en la necesidad, de viajar a Brasil, para comprar un fusible, y poder ver la tele en español....en Paraguay!!! No es que me importe mucho ver la tele, pero el dueño insiste, y ya de paso compramos comida, mucho mas barata alli en Brasil que en el pueblo, cueva de ladrones según expresion de el, que por otro lado es el dueño de todas las tierras de por aqui.

Asi que de nuevo de viaje, y para primera etapa, el paso del rio Apa. Una barcaza de metal, enganchada por dos amarras a un cable de acero que cruza el rio, es el transporte que comunica los dos paises. De este lado una playa, del otro, una guarnicion militar del ejercito brasilero. El mecanismo de la barcaza es bien ingenioso: La amarra del lado de la orilla que se deja, se suelta mas que la del lado de la orilla a donde se quiere llegar, de modo que la fuerza del rio, al chocar contra la barcaza, la hace avanzar de costado. Una vez del otro lado, para volver, no tienen mas que estirar de una de las amarras y soltar la otra, y asi todo el dia. Dos chicos en bañador son los encargados del paso, y colaboran nadando, empujando la barcaza, y poniendo y quitando los tablones para el coche. Todo a cambio de una pequeña tarifa, que varia según se trate de peaton, bici, moto, caballo o coche. Según el director de la escuela, nuestro guia de hoy, el año pasado era una lindisima chica en bikini la que hacia el trabajo, lo cual confirma mi intuicion de todos estos meses de espera de que la construccion del fuerte ya se estaba retrasando demasiado.

Asfalto, por fin asfalto, despues de cruzar la zona militar, identificarnos etc.. salimos a una estupenda carretera nuevecita, y en media hora estamos en Caracol, un pueblo no tan grande, pero si dotado de todo lo necesario. De vuelta, ademas de unos 100 kg de viveres, llevabamos a un anciano, su señora, y una niña, que con sus respectivas compras, y unido al mal estado de mis ruedas de atrás y tambien a que agarramos una piedra.... nos lleva a un pinchazo, o mas bien reventon, ya que la cubierta quedo inutilizable.

Llegamos tarde al paso del rio, que se cierra a las seis, no por los chicos de la barcaza, que no tienen problema, sino por los militares, que por serlo y por ser brasileros, tienen un sentido mas estricto del orden que aquí sus vecinos del sur. Por suerte el estado de la rueda de repuesto hablaba por si solo, y pudimos entrar de nuevo, dejar a nuestros pasajeros, y volver a casa a descansar. La falta de rueda de repuesto va a limitar mucho la movilidad hasta que me traigan una de Asuncion, pero el viernes hay fiesta en Caracol, y sospecho que va a ser mas fuerte la tentacion que la prudencia, asi que imagino que pasaremos la noche en Brasil.

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