domingo, 30 de diciembre de 2007

II El viaje de ida

Tras haber coordinado todos los detalles (que obviamente nunca fueron todos e incluso luego se comprobo que no fue casi ninguno) con mis nuevos jefes, viaje de Asuncion, capital del Paraguay, a Concepcion, la ciudad de cabecera de San Carlos, un 29 de noviembre de 2004 junto con un chaval de unos 18 años que un amigo mio me habia pedido que emplease en la obra ya que no encontraba nada mejor que hacer en la capital que vivir en su casa y a su costa.

Salimos de Concepción, Arnaldo y yo, en la (tristemente celebre en esta historia) camioneta Kia Sportage, cargada hasta arriba con todas mis pertenencias, y dejando atrás Asuncion y el modo de vida de los ultimos tres años. El dia anterior durante el viaje hasta Concepcion ya habiamos tenido algunos inconvenientes mecanicos que creiamos superados, y despues de hacer noche en el Hotel Frances, empezaba la segunda etapa del viaje, que coincidia con mi cumpleaños:

Hay tres caminos para ir a San Carlos de Apa, uno muy largo desde Concepcion, pero bien asfaltado en su mayoria, y dos de tierra, uno de los cuales estaba inhabilitado por la crecida de los arroyos despues de las ultimas lluvias. Uno pensaria que porque se corta un camino por algo asi, y es que no hay puente, asi que la profundidad del arroyo es algo a tener en cuenta antes de viajar y mas si tu coche no es tan confiable.

Y del tercer camino, desconocido, solo sabiamos que iban a ser unas cinco horas de ruta de tierra, sin atravesar apenas zonas habitadas. Ese era el nuestro, si. Durante mas de tres horas recorrimos sin problemas el polvoriento camino, bien abastecidos de agua fria para el terere, cigarrillos y un estupendo mapa militar del que dependiamos absolutamente en este nuestro primer viaje. Pero calentó. Si, se volvio a calentar el jodido motor, igual que ayer y a pesar de haber revisado bien el agua. No importa, aprovechamos para descansar a la sombra de un arbol y cargar el reproductor de mp3 con musica guardada en el ordenador, detalle importante para acompañar el viaje, ya que a estas alturas de nuestro alejamiento de la civilizacion, no hay una sola señal de radio.

La calidad del camino varia en el recorrido, tramos que permiten alcanzar 60 km por hora combinados con verdaderos agujeros que hay que ir esquivando muy despacio. Por supuesto el paso de uno a otro tramo era tan brusco que la direccion del coche, y todo el equipaje acumulado detrás, sufria las consecuencias de mi prisa por llegar. Despues de muchos golpes, frenazos, saltos etc... y para evitarle mas daños al coche, me decido a esquivar un tramo bastante rocoso, con tan mal criterio, que lo que parecia una cuneta de firme tierra blanca, resulta ser un barro seco solo en la superficie, y bastante hondo a juzgar por lo profundo que se ha metio la rueda de atrás cuando nos quedamos atrapados. Atencion usuarios noveles de 4x4, para que este funcione, en muchos modelos, hace falta andar uno o dos metros despues de activarlo para que engrane, asi que mueve la palanquita antes de meterte en el marron o sino, te pasara como a mi.

Que suerte, a lo lejos se ve un camion parado, Arnaldo, fiel ayudante y copiloto, se pega un paseo hasta alli para ver si con el camion y mi super cuerda recien comprada para estas ocasiones, nos podian sacar. Claro, si el camion esta parado sera por algo, y es que tambien estan atrapados por el barro, pero amablemente se vinenen los dos tipos a ayudarnos, equipados gracias a su experiencia con una pala. Para la proxima compra de utiles de supervivencia, ademas de la cuerda tengo que acordarme de comprar una pala. En un minuto nos ayudan a sacarlo y reanudamos el camino, despues de darles yerba, agua fria y cigarrillos. Total, nosotros ya estamos cerca de nuestro destino.

Si, pero el esfuerzo para sacar el coche, ha calentado un poco el motor, y apenas hemos perdido de vista a los felices camioneros, equipados ya para pasar la noche ahí, no tengo mas remedio que parar el coche y esperar que se enfrie, sin agua fria, sin cigarrillos, y ya con un estado de animo menos optimista que el del inicio. Happy birthday to you....... en fin, podia ser peor y lo es, no hay sombra por ningun lado, queda apenas una hora de ardiente sol, y los mosquitos empiezan a ser muy, muy abundantes asi que cargamos rapido el radiador y media hora despues estamos en el primer pueblo decente desde que dejamos Concepcion.

Colonia Sargento Lopez, mas conocido como Puentezinho, es un pueblecito encantador, apacible, con muchas tiendecitas, casitas de madera de colores, lindisimas chicas... y dedicado exclusivamente a la deforestacion y saqueo de los bosques, vaya. En cualquier caso el lugar me encanta, y me anima bastante ver que ya estabamos alli, ya que según nuestro mapa y por las referencias que nos dio la gente, debiamos estar unos 50 km antes.

La forma de los paraguayos de indicar los caminos es bastante peculiar, izquierda se mezcla con derecha, aquí cerquita puede ser un kilometro, un desvio es una curva, sigue derecho te puede llevar a una bifurcacion totalmente simetrica... bueno, preguntamos unas 5 veces para poder salir del pueblo en direccion a San Carlos, y aun asi, cuando dejamos de ver gente, no estoy muy seguro de ir por el camino correcto. Algo corre atravesando el camino, miro por el retrovisor, y es una enorme araña, frenazo y vuelta atrás para ver el tremendo bicho. Habia escuchado hablar de la araña pollito, pero pensaba que era porque mataba pollitos y no porque tenia el tamaño de un pollito. Peluda tambien como un pollito, no es tan venenosa, aunque la mordedura es de por si muy dolorosa por el tamaño de sus colmillos, parecido al de los de los cachorros cuando se les caen los dientes de leche. Para colmo, si la aplastas con un palo, expulsa todos sus pelos de golpe que se clavan en la piel y producen urticaria, un encanto el bichito. Sin embargo, en consideracion a mi curiosidad por hacerle una foto, poso para mi durante un buen rato, levantando las patazas de adelante y abriendo los colmillos, y no exagero si digo que entre ellos podia sostener un lapiz.

Seguimos nuestro viaje, el bosque cada vez mas espeso, la luz cada vez mas escasa y el camino ya empieza a ser sendero. Hemos salido del pueblecito de Asterix para internarnos en el bosque de la Bruja de Blair, y para colmo no sabemos si es el correcto.

Casi una hora despues, sin postes de luz, sin amagos de vida, sin una lucecita en el horizonte, y despues de trastear, esta vez si, con el 4x4 para salir de una cienaga llena de mosquitos, llegamos frente a un cartel de Bienvenidos a San Carlos. Casi me bajo a besarlo de la emocion, por mi como si pone bienvenidos al castillo de Dracula, llevamos ocho horas en ese camino y yo solo quiero dormir.

Pero no, no acaba aquí la cosa, el cumpleaños feliz aun sigue, porque ante la imposibilidad de encontrar la estancia donde vamos a dormir buscamos en el pueblo la casa del maestro de la escuela, unico conocido del lugar, y terminamos frente a un cuartel militar. Dos soldados en calzoncillos y camiseta nos salen a recibir muy amistosos, nos hacen pasar con el coche, y nos invitan a cerveza y un asado. El comandante del destacamento, tambien muy informal el, nos ofrece quedarnos a dormir y nos sentamos todos a tomar junto a una hoguera. Empiezan a aparecer brasileros de las estancias vecinas con cajones de cerveza, ademas de la que va a buscar Arnaldo de mi cuenta para celebrar mi dia. La conversacion, entre portugues, guarani, y a ratos español, empieza a ser muy densa. El sargento Martinez, el amistoso, que ya se ha puesto el uniforme completo para la ocasión, resulta estar muy borracho a pesar de estar de guardia, y su amabilidad ya resulta pesada. Probablemente para hacer alarde de su autoridad frente a los forasteros, nosotros, se pone a imprecar a los Brasileros sobre su situacion ilegal y sobre que alli la autoridad son ellos, los soldados.
Como el comandante esta meando tras un arbol y por fin el maestro llega a buscarnos, viendo el panorama salimos de alli sin probar el asado con la excusa de que es tarde y que el profesor tiene en su casa aire acondicionado, y asi nos evitamos una borrachera entre soldados fronterizos y peones de estancias con todo lo que eso puede suponer de riesgo.

Finalmente cenamos en casa del maestro con su familia, y por fin dormimos en una casa al lado de la de ellos, en obras, sin luces ni agua, pero con cerradura en la habitacion y aire acondicionado , con un ultimo esfuerzo para este dia tan largo, de tener que tallar en la puerta el agujero para la cerradura con una navaja suiza a la luz de una linterna. Inolvidable, solo me falto soplar las velitas, pero ya habria tiempo para velitas en los meses siguientes.

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